Reto 48 # Una etopeya sobre el antagonista de la historia

Caperucita corrió sin mirar atrás. El lobo la perseguía sin descanso y tan solo la separaban unos pocos metros de la casa de la abuelita.  

Al llegar a la puerta no se lo pensó dos veces, cerró tras de sí y echó el pesado pestillo que la ponía a salvo. Por fin a salvo. 

El lobo se quedó exhausto en la entrada, apoyando las manazas sobre las rodillas mientras intentaba tomar aire. Ya no tenía edad para esas carreras. Él ni siquiera quería dar caza a aquella niña con cara de ángel. Desde que era pequeño todos le había dicho que debía ser malo, feroz, violento. Pero él nunca se sintió cómodo con aquel personaje que le tocó - sin discusión alguna - asumir. Él era una persona sensible, muy sensible. Por las noches, al llegar a casa, le encantaba sentarse en su sillón orejero con una buena taza de té caliente y una manta por encima mientras leía novelas de Jane Austen. 

Le gustaba imaginarse viviendo en aquella época, no como un lobo feroz, por supuesto que no, sino como un lobo de compañía. Participar en tertulias literarias y políticas, cenar grandes manjares y deleitarse en veladas musicales. 


Su sueño hubiera sido ser profesor de literatura. En los otoños, cuando su nostalgia y su bucólica personalidad salían más frecuentemente a flote,  solía pasear por las choperas que había cerca de su casa pensando en cómo había llegado hasta ahí, cómo se había convertido en alguien que no quería ser. De cachorro era un lobito alegre y juguetón. Siempre compartía con otros cachorros todo lo que cazaba, aunque ya de adolescente, y por empatía al resto de animales, se hizo vegano. Al llegar a la edad adulta le obligaron a independizarse del resto de la camada, abandonó con mucha pena a su madre y no los volvió a ver más. Cuánto los echaba de menos. No era uraño, pero el hecho de ser un "lobo feroz" y vivir siempre solo habían tornado su carácter. Sin embargo, ahora que ya sentía que se hacía mayor pensaba que tal vez aún no fuese demasiado tarde para dar un giro, para ser quien siempre quiso ser. Empezaría por llevarle un cuento a la niña a la que siempre perseguía y si le daba tiempo hornearía unos bollos para compartir en la merienda. 

Lo difícil, claro estaba, sería que lo aceptaran, porque cuando el mundo ya se ha hecho una idea de ti, hacerles cambiar de parecer es una ardua tarea. 

Comentarios

  1. Original forma de afrontar el reto. Retomando un cuento infantil. El lobo te ha dado mucho juego.
    ¡Saludos!

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  2. Gracias Jose, la verdad es que cada vez me está costando más trabajo acometer los retos... pero bueno, los vamos toreando... ¡Nos leemos!

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