Reto 14 # Guerrera

Había sido educada como guerrera, como hija de Ares y Afrodita, reunía en su persona los mejores atributos de ambos: valentía, fuerza incansable, ferocidad, belleza, erotismo y sensualidad eran solo algunas de sus virtudes. Adara cumplía hoy quince años, edad suficiente para llevar a cabo su primera batalla. Manejaba la lanza y la espada como nadie, además era muy diestra con el arco. Como regalo por su aniversario, sus padres la habían obsequiado con una preciosa armadura digna del mismísimo Aquiles, y pretendían que hiciera uso de ella en la próxima Guerra de Troya. 
Su abuela, Hera, quería que luchase del lado de los aqueos, mientras que su madre le insistía en que no se separase de su lado y defendiese junto a ella el honor de Paris y los troyanos. 
Cómo explicar a sus padres que la joven Adara no quería ser partícipe de aquella matanza, ni de un bando ni del otro. Cómo explicar a sus padres que ella ansiaba otro destino, que en su corta existencia había tenido tiempo suficiente para decidir a qué quería dedicar el resto de su vida. 


Y allí estaba arrodillada frente a una coraza que no quería, brillante y preciosa, pero que no quería. Sus padres la miraban con cara de ilusión, esperando ambos que se inclinase hacia su bando. Levantó la vista, dirigiéndola a uno y a otro. ¿Por dónde empezar?
En un mundo en guerra, ella quería dedicar su tiempo al estudio de la geometría, el álgebra y la astronomía. Además, recientemente había descubierto que era una buena influencer, y anhelaba fomentar esa nueva faceta suya. Tenía cientos de seguidores, qué decía, no cientos, miles. Desde los Balcanes hasta la propia Grecia, incluso algún que otro desde el propio Olimpo. Todo el mundo conocía a "Arada", como se hacía llamar.
- Padre, madre... ¿sabéis de la joven "Arada"? - preguntó tímidamente, sin apenas levantar la mirada del suelo. 
- Eh... sí... algo hemos oído de ella, es una joven pensadora, ¿no es cierto?.
- ¿Qué pasa con esa muchacha Adara, hija? - inquirió su madre.
- Veréis, es que... yo soy esa Arada... 
- ¡¿Cómo?¡ - exclamaron ambos a la vez.
- Pues eso, que yo soy esa joven pensadora de la que todo el mundo habla - dijo intentando inculcar su voz de algo de seguridad y orgullo. 
- Hija mía, qué clase de broma es esta. ¿Por qué nos hablas de este tema ahora?, ¿Tiene acaso que ver con la Guerra de Troya?
- En cierto modo sí, padre... yo no quiero ser guerrera, no quiero luchar, quiero seguir estudiando, quiero seguir siendo influencer. 
- ¿Influencer?, ¿Qué forma de hablar es esa Adara?
- Es una nueva profesión padre, influyo en el pensamiento de la gente, inculco mi forma de ver el mundo, trato de diversos temas matemáticos, geográficos... lo que la gente demanda, lo que a mí me gusta.
- Por el mismísimo Zeus, qué estás diciendo Adara.
- Os digo que no lucharé en Troya, ni contigo madre, ni contigo padre. Os digo que me quedaré en casa y seguiré con mi vida, como hasta ahora, pero dejaré de esconderme. Sí, soy mujer, pero también soy libre de hacer con mi vida lo que me plazca y no podéis obligarme a luchar en una guerra que no comparto, en un conflicto que nada tiene que ver ni conmigo ni con mi gente.
- Pero hija... - acertó a decir su madre con lágrimas en los ojos.
- Eres hija de Ares, el dios de la Guerra, nieta de Zeus y Hera. Como tal lucharás en Troya, como tal defenderás el honor de la familia con tu vida si fuese necesario - bramó Ares haciendo gala de su furia y su violencia - y si te negases a ello serás desterrada de esta casa y de esta tierra, vagarás eternamente por los desiertos, padecerás hambre, sed, frío en las noches heladas, calor en los días abrasadores, anhelarás el calor de los brazos de tu madre, las enseñanzas en la lucha de tu padre, no tendrás más posesiones que esa libertad de la que te presumes y ese orgullo que te nubla el sentido. Tu nombre será borrado de la historia, nadie sabrá jamás de tu existencia, no habrá estatua que recuerde tu rostro, ni texto que ensalce tus hazañas. 
- Pero Ares... - rogó Afrodita a su esposo...
- Calla mujer, esa hija tuya ha escogido su camino, y su deseo será concedido. Adiós Adara.
- Adiós padre. Adiós madre.
Y así fue como Adara partió de su hogar para no volver nunca. Y nunca fue recordada en ningún libro de historia, y nunca nadie supo nada de ella. Su existencia fue olvidada, y nadie volvió a preguntar qué fue de la joven pensadora.

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