Reto 1 # Balie multitudinario
Me gustan las verbenas de pueblo. El calor de la gente, el
sentirme en casa. Bailar hasta el amanecer, dando igual el qué y el con quién.
Me ha gustado volver este año. Me agrada eso de volver a arreglarme en mi
habitación de siempre mientras por las rendijas de la persiana se cuela la luz
amarillenta de las farolas acompasada por las notas de los primeros
pasodobles. “La orquesta empieza con
canciones para abuelos”- solíamos decir – “luego, más tarde empieza lo bueno,
para nosotros”. Quién sabe si en unos años nos veremos bailando en la plaza a
primera hora de la noche y no a primera hora de la mañana.
Desde la cocina llega el olor a gazpacho y a tortilla de
patatas… es imposible venir al pueblo y no irte con algún kilillo de más; sin
duda nos va a venir bien para aguantar la fiesta.
Una hora más tarde y aún con el regusto de esa sopa de tomate
tan nuestra llegamos a la plaza. Huele a festivo, a cerveza, a chorizo frito y
a gusanitos. Pero también a las rosas de los parterres, a jazmín y a “colonias
de los domingos”. Incluso me atrevería a decir que aún queda algún resquicio de
incienso de la procesión de la tarde. La noche es templada, aunque se siente de
vez en cuando cierta brisa que te saluda besándote en la cara.
Nos adentramos en el barullo de la gente, y no se puede dar
dos pasos sin saludar a alguien, sin dar un abrazo sincero, sin conocer al hijo
de algún compañero de colegio. Hay muchas luces, farolillos colgados en los
balcones, los niños corretean entre la gente, solo se oye la música de la
orquesta y risas, muchas risas; es como si todo el mundo esta noche hubiese
decidido dejar sus problemas y sus malas caras en casa y salir a ser feliz… si
existe la magia debe ser parecido a esto.
Después de alguna que otra cerveza, muchos brindis “porque
nos veamos más” y tras explicar una y otra vez cómo me va “por ahí por donde
estés…” llegamos frente al escenario: la mejor pista de baile de toda verbena
que se preste.
“A quién le importa lo que yo haga…” retumba en esa plaza de
piedra y cal que tantas historias habrá visto a lo largo de sus cientos de
años. Y me siento bien, me siento libre, me siento viva. Bailo junto a un niño
y su abuela, junto a una pareja de cincuentones que está viviendo su primer
amor de verano, junto a un grupo de jóvenes que da botes en corro mientras
riegan con cerveza a todo aquel que se acerque demasiado. Pero da igual, la noche
es mía, la noche es nuestra. Volvemos a tener veinte años por unas horas y eso
nadie nos lo podrá arrebatar. Cierro los ojos para sentir mejor la música, y
noto como mi corazón vibra al compás de ese baile multitudinario que reúne a
gente tan dispar. Quiero una vida como la de esta noche, quiero quedarme a
vivir en una canción. Sí, sin duda me
gustan las verbenas de pueblo.
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